sábado, 18 de septiembre de 2010

Florencia

Lejos de cualquier ritmo armónico y de tiempos sincrónicos te veo tendida largamente y confundida entre mis sabanas. 

No me cansó tu pelo en mis ojos ni los sorbos desde la mismísima botella de vino.
La foto más sexy en un millón de pixeles que atormentan el hecho de que sea y haya sido todo esto real, hasta el final. Carismática y singular.
Peco de pensar.

Va a quedar mucho de tu risa en mi almohada, la magia de tus piernas y duraznos en tus besos, la gota en tu cuello que beso de temblores y dos escalofríos que se hicieron notar y mermaron tu talento. Todo eso va a quedar –hediondo- en mis cosas.

Imaginando los infinitos párpados en las mil horas de sueño que te queden, yo ni muevo un pelo para que flotes, los segundos se demoren y el tiempo no me tienda una trampa.

Aló
(susurrando) 
no, Florencia no vive acá, está equivocada
(Se mueven las sabanas, las piernas, el cuerpo y los ojos que se asoman de a poco)
¿te despertaste?
(pregunta imbecil)
sí 
(extraña / avergonzada / incomoda y diecinueve silencios)


¿qué hora es?
las once y media
que tarde
(saliendo de la cama / tapada de sabanas, obvio/ y aunque le dijera que son las 8 me hubiese dicho lo mismo / se viste / vestida)


¿me prestay el baño?
no 
(le tiré de chiste, pero apenas rió)
sí, obvio, está por el pasillo, la primera puerta.

(Oye pero te podí quedar un rato más. Quédate. ¿Desayuno? ¿Querí hablar de lo que pasó? De verdad me gustaría que te quedaras un rato más. Dale, quédate, si nada puede ser mejor que esto. Ven, trae tus cosas y vivimos juntos. La noche de ayer, para mí fue como…)

Sale del baño y se asoma por la pieza, esta vez un poco más coqueta. Se afirma de la puerta y me queda mirando mucho tiempo antes de hablarme.

chau
(cierra un ojo)
hablamos por ahí
chau (punto)

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