sábado, 18 de septiembre de 2010

Todavía está en casa

Largo y siniestro me encuentro buscando la punta de mis dedos. La ciudad se puso cálida y se dijeron cosas cariñosas. Verte tranquila me pone tenso nena, ¡de qué tanto estás tranquila si no hay por qué! El baño sigue ahí, el masetero y las cenizas se extrañaron con el sonido de tus tacos que te dejan de metro ochenta y que ahora así tendida no importa la distancia -cruzo todos mis dedos por tu muñeca y hasta tu cintura- tus labios es lo más robusto-caprichosa flor tendida, no dulce extraña sensación de beso escalofriante y lo imagino, vivo. 


Me tiene harto tu sonrisa que birla el llanto de lágrimas que envuelves en una bolsa llena de agujeros y no dejas caer ni una gota de nada payasita extraña, te quedaron grandes los zapatos, te pinté la cara, me hiciste reír sin hacerme cosquillas.

¿Te llamo o no te llamo? De pronto te dejo un mensaje, para que no lo entiendas, quizá el error ha sido pensar. 


“Largo y siniestro me encuentro buscando la punta de mis dedos”


el mensaje cayó bien, oí tres sonrisas cortas, sucesivas y la última demoró en llegar.

Atados al piso, ella y yo. Solamente cuando se acercó de roce y se mantuvo sin distancia, logré encontrar la punta de mis dedos en los suyos. De a poco, lento… 




...todavía está en casa.

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