jueves, 19 de agosto de 2010

BIS




Tienen sexo por diecinueve minutos. Se sacan la ropa de a poquito pero violentamente. Se muerden los labios en extravagancia. Se disparan los cabellos, las manos se estiran en el otro cuerpo. Gonzalo abre la puerta con delicadeza; Catalina mira para ambos lados; con una mano en la cadera, la otra en su pelo y mordiéndose el labio. Caminan por la calle y se miran de a empujones -- tratando de descifrarse; apuran el paso y se lanzan sonrisas.


Gonzalo andaba solo, Catalina con su ipod; y justo cuando uno iba para allá y otro para acá, se les pasó por la cabeza enamorarse el uno del otro, arrinconarse entre el tumulto en ese espacio maravilloso de a dos que tanto echaban de menos. Divorciados de sus vidas, el color volvió a la ciudad de golpe; y a un segundo del pestañeo que los condene al “¿Qué hubiese pasado si…” Ella se acercó, liberando las sensaciones más exquisitas en ambos. Parados ahí en frente, un bus pasó delante con su fuerte sonido, obligando a sonreír en vez de hablar. Gonzalo la mira con torpeza, deseando cada pedacito de piel. Catalina gira el cuello hacia la calle con una sabrosa coquetería.


Catalina
(lento, muy lento) 
Esta vez… ¿tomamos un taxi?




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